Un año más la gran fiesta de los coches clásicos llega a Madrid.
No importa como lo llamen, si Retromóvil, Classicauto o lo que quieran, lo importante es que se haya celebrado a pesar de que hace unos años fuimos testigos de una lucha encarnizada por llevarse el control de este evento. De nuevo se repite un hecho insólito, su cambio de ubicación, que en esta ocasión ha sido fruto de las desgracias de unos para convertirse en las alegrías de otros.
Aunque la feria siempre dura tres días, soy de los que les gusta ir el domingo. Es el día donde la feria del cacharreo brilla con todo su esplendor, y se llena de gente en búsqueda de los últimas ofertas, el chollo de última hora, y sobre todo, del regateo para llevarse esas piececillas que siempre vienen bien.
Estaban los de siempre, o casi todos ellos: el de las mil y una herramientas, el de los coches y restauraciones de ensueño, el de las brocas mágicas que todo lo taladran, el que suelda aluminios imposibles, y un largo etcétera. Pero también se notaba como la crisis se ha acomodado entre nosotros, y no se quiere ir. Eso se traduce en muchas ausencias, especialmente de los que vienen de muy lejos, especialmente al otro lado del canal. Pero también era agradable ver algunas caras nuevas.
En esta nueva edición de la feria de clásicos de Madrid, se han producido algunos acontecimientos especiales como el centenario de las primeras carreras del RACE en la sierra de Guadarrama o un concurso de elegancia de los modelos de la casa Porsche.
Había coches para todos los gustos y bolsillos, desde los siempre abundantes y económicos Seat 600 hasta los hiper Hispano Suizas que a todos nos dejan con la boca abierta. Lo mismo pasaba con las motos, sencillas Solex y espectaculares Harleys y BMW. Pero como de costumbre, el éxito indiscutible se lo llevaban un año más nuestros queridos y simpáticos coches populares. El número de unidades en venta, y la cantidad de puestos especialistas en esas marcas así lo confirmaban.
El domingo por la tarde me gustó ver muchos coches con el cartel de “vendido”, lo que significa que al menos hubo algo de negocio para algunos. Varias tiendas me confirmaron que las ventas eran escasas, mucho mirón, y pocos billetes de por medio. Pero la feria al menos siempre es una gran oportunidad para el reencuentro entre viejos amigos, para ver y dejarse ver, o simplemente para pasar una agradable jornada entre aquellos viejos y locos cacharros.
Toca irse, así que aprovecho para cacharrear por varios puestos, regatear unos eurillos para finalmente llevarme unas cuantas piezas, y de nuevo volveremos a esperar otro año,